Actualidad del Pensamiento de René Guénon 1. Presentación – La obra

Rene Guénon en París René Guénon nace en Blois, Francia, el 15 de noviembre de 1886 y muere en El Cairo, Egipto, el 7 de enero de 1951. Su vida se oculta detrás de su obra por propia voluntad del autor que no pretende ser original en sus escritos sino un transmisor de la doctrina tradicional, o Filosofía Perenne, que su obra de 27 volúmenes expresa clara y magistralmente y a la que se consagró enteramente.

Pese a su genio el hombre ha negado su personalidad y aún el resplandor exterior de una obra de la magnitud de la suya para aparecer simplemente como el intérprete fiel de este Conocimiento o Sophia. Guénon ha sido para este siglo la memoria que manifestando el patrimonio espiritual de la humanidad nos lo recuerda a los hombres del siglo XX, olvidados de nuestros orígenes lo que ha llevado poco a poco a corromper y descalificar las sociedades de tipo Occidental que han conformado el mundo moderno, el tiempo que nos ha tocado vivir, y para el cual la obra de Guénon es visualizada por muchos como la posibilidad de entroncar con nuestros orígenes y con la Suprema Identidad, por lo cual esta obra es providencial para numerosas personas.

Podríamos tal vez nombrar las grandes líneas de la vida de René Guénon. Nacido en una familia burguesa de la provincia, recibe una educación católica. Estudia en esos medios y sobresale como un alumno brillante muy dotado sobre todo para las matemáticas. Después de haber obtenido su título de bachillerato, parte para París en octubre de 1904 para inscribirse en las clases preparatorias para optar a los concursos de las grandes escuelas. Pero una salud frágil que ha tenido desde su niñez lo obliga a retrasar sus estudios. Por otra parte él comienza a frecuentar los círculos ocultistas de la capital, muy numerosos a comienzo de siglo, donde conoce entre otras personalidades al doctor Gérard Encausse, más conocido bajo el nombre de Papus, en aquel entonces una especie de eminencia gris del ocultismo.

Guénon es admitido en numerosas organizaciones de tipo ocultista, pero ya dentro de ellas y conociendo a sus dirigentes y miembros, así como lo absurdo de algunas de sus doctrinas que no tenían de tradicional ni iniciático sino el nombre, las denuncia y comienza a batallar contra ellas, rompiendo con Papus y sus adláteres lo que posteriormente dará lugar a dos de sus libros La Teosofía, historia de una pseudo-religión yEl error espirita, basados ambos en una amplia documentación. A los 22 años lo vemos al frente de la revista La Gnose, publicando estudios de una gran importancia que demuestran un amplio conocimiento de la doctrina tradicional, lo que constituirá el eje de toda su obra que irá desarrollando posteriormente. Por entonces es ya maestro masón. Aquí debemos aclarar que en aquélla época las tradiciones orientales que eran algunas a las que se refería nuestro autor en sus escritos eran muy poco conocidas y sólo tratadas en la universidad de un modo literal y empírico. Este conocimiento se debe según parece al contacto directo que tuvo con algunos miembros de diferentes tradiciones del oriente comenzando por un misterioso maestro hindú que lo instruyó en esa tradición y que le trasmitió el Vedanta Shankarayano; en efecto, en aquellos años Guénon comenzó a ser conocido como un maestro en lo concerniente a la tradición hindú sobre la cual escribió varias obras importantes como: El hombre y su devenir según el Vedanta eIntroducción general al estudio de las doctrinas hindúes, su primer libro publicadoEn 1912 Guénon se casa con una joven católica Berthe Loury con la que no tendrá familia. En ese mismo año se inicia en el Islam al que ingresa con el nombre de Abdal Wâhid Yahya El servidor del Unico. El recibe entonces la baraka por intermedio de su representante Abdal Hâdî, nombre islámico de Ivan Aguéli, pintor sueco radicado en Francia y con largos viajes por el mundo islámico.

También debe advertirse en su información de primera mano respecto a las doctrinas orientales la influencia de un maestro taoísta, Matgioi, profundo conocedor de la tradición china, quien vivió largos años en ese país e Indochina, autor de varios libros, cuyo nombre de nacimiento civil era Albert de Pouvourville.

Durante todos estos años Guénon vive en París en su departamento de la Isla San Luis y sigue estudiando y escribiendo sobre diversos puntos de distintas tradiciones y de lo que hoy se llama la historia de las religiones. En su extraordinaria obra de erudito verdadero pueden encontrarse los más diversos ejemplos entresacados de ellas y comparados con otros que van entretejiendo un discurso extraordinario, analógico y mágico de una inmensa claridad y concisión donde la arquitectura de las ideas se manifiesta en una forma poética y la aritmética y la geometría tienen una plaza cabal. Aquí también queremos destacar que para esa época era conocido en muchos medios y por escritores y lectores como un hinduista -su primer libro fue nada menos que una Introducción a las doctrinas hindúes (publicado en 1921) y de hecho fue en su tiempo el primer gran expositor de esas ideas, con coherencia, conocimiento, claridad y rigor no sólo en Francia, sino en toda Europa, en particular a lo que el Vedanta se refiere. En ese entonces también da algunos cursos de filosofía para sobrevivir y colabora en numerosas revistas; todo esto se hace hasta el año 1930 e incluye un ciclo de profesorado en Sétif, en Argelia donde culmina sus estudios de árabe. También domina otras lenguas vivas y muertas. En 1928 Guénon queda viudo; en ese mismo año un conjunto de amigos que le siguen le piden realizar una transformación completa de la revista Le Voile d’Isis, antiguo medio donde comienza a colaborar junto con otros escritores conocedores de las auténticas doctrinas tradicionales. Esta misma revista en 1933 se transformará en los Etudes Traditionnelles, medio en el cual nuestro autor publicará gran parte de su obra, hasta su muerte. En 1930 Guénon parte para Egipto, país en el que se quedará definitivamente a vivir. Guénon se instala en El Cairo y en 1934 se casa con una mujer islámica, Fátima la hija de uno de sus amigos musulmanes con la cual procreará 4 hijos, uno de ellos póstumo. Durante todos estos años colaborará con los Etudes Traditionnelles y publicará nuevas obras, reeditará la ya editada y mantendrá una inmensa correspondencia con corresponsales de todo el mundo; también recibirá ciertas visitas occidentales que le buscan como un guía, o con una curiosidad profunda. Integrado al mundo islámico muere en 1951 en El Cairo y su cuerpo reposa hacia la dirección de la Meca.

Resumir en un par de páginas el pensamiento de Guénon es prácticamente imposible. En primer lugar nuestro autor ha evitado siempre dar una exposición sistemática de su pensamiento, es decir de las doctrinas tradicionales. A lo largo de su obra puede advertirse que toda ella deriva de un mismo principio que toma diversos aspectos según puntos de vista diferentes y el lector es así poco a poco llevado a encontrar una y otra vez ese principio, por otra parte muy difícilmente explicable, pero en todo ello está clara la posibilidad para el lector de encontrar ese principio esencial posibilitado por el conocimiento metafísico y por la intuición intelectual; creemos que ese es el fin primero y último de toda la obra guenoniana, dedicada especialmente al Occidente, revivificando su Tradición, herencia de Griegos, Romanos, Judíos, Árabes y las distintas formas tradicionales autóctonas como la Céltica y la Nórdica, etc., aún presentes de una u otra manera hoy en el panorama europeo. De igual modo da relevancia al cristianismo y su esoterismo vivo fundamentalmente hasta el Renacimiento y recalca especialmente a la Masonería y al Compañerazgo como las dos instituciones que hoy en día permanecen como emisarias simbólicas de la Doctrina Tradicional, en Occidente, para todas aquellas personas que por algún motivo aún hoy pudieran comprender el sentido último de sus enseñanzas, que manifiestan la posibilidad de reintegrarse y vivir las experiencias de un Conocimiento, de una Filosofía Perenne, de una Tradición Unánime presente en todos los tiempos y lugares, y que el hombre de nuestras grandes ciudades ha perdido casi irremisiblemente.

La obra
En un estudio publicado el mismo año de la muerte de Guénon, Luc Benoist, autor entre otros libros de Art du Monde y La cuisine des Anges, y director de la colección Tradition de la casa Gallimard, así como director de los museos de Francia, señala que toda la obra de Guénon parte del punto de vista central y sintético, es decir metafísico, «que comprende todo sin suprimir nada, que permite la economía de la memoria y del esfuerzo, que ayuda a la invención y al descubrimiento, que facilita la ligazón entre las disciplinas más extrañas, el punto de vista de los principios que unen las ideas y los hombres». Y más adelante: «A esta idea de centro está íntimamente unida la de germen [o sea de lo más pequeño]… lo que contiene en su misteriosa complejidad todos los desarrollos ulteriores. Esto hace que la posibilidad de acceder a la Tradición, al centro, esté más próxima de lo que en realidad pensamos, pues ella es contemporánea con la vida y el hombre mismo, o lo que es igual, con el tiempo y la historia, aunque el Conocimiento que la Tradición sustenta y revela, esencialmente vertical, escapa a los condicionamientos propios de la vida, el hombre (individual), el tiempo y la historia, que son sólo sus reflejos horizontales, a los que sin embargo incluye, ya que lo Infinito no niega lo finito. Pero la metafísica no es un punto de vista entre otros, sino aquello que, aún refiriéndose a lo que es verdaderamente inexpresable y misterioso, es no obstante lo que da realidad a todas las cosas, sean las que fueren, lo cual permite, en efecto, la eclosión de ese germen en el ser y el desarrollo completo de todas sus posibilidades. Si no fuera así, Guénon nunca hubiera escrito su obra, ni tampoco la Tradición tendría sentido alguno, pues lo que ella transmite es precisamente la Idea (el Ser) de lo Incondicionado, y a partir de ahí, y gracias a los soportes simbólicos que vehiculan dicha Idea, se comenzará a ordenar el «caos» de aquellas posibilidades, paso previo y necesario para acceder al estado verdaderamente Incondicionado y a la Identidad Suprema.

Pensamos que con esa Idea ha sido entretejida toda la obra guenoniana, aunque en ocasiones, por otro lado necesarias en aras de la clarificación, ésta haya tenido que tratar temas que más bien pertenecen a lo contingente y relativo, como es el caso de sus estudios denunciando las desviaciones y errores del mundo moderno, del ocultismo, del teosofismo y del espiritismo, en los que sin embargo siempre introdujo conocimientos acerca de la doctrina, pues de lo contrario no hubieran traspasado la mera crítica, situando por consiguiente dichas desviaciones en el justo lugar que les corresponden dentro del conjunto del orden total y universal.

En el estudio antes citado Benoist divide la obra de Guénon en cuatro partes principales. En la primera precisamente sitúa a El Teosofismo, historia de una pseudo-religión y El Error espirita, así como sus diversos artículos sobre el neo-espiritualismo moderno. En relación con lo que hemos apuntado anteriormente, Benoist señala que «fuera de sus valores negativos, estas obras contienen en contrapartida enseñanzas muy positivas. El Error espirita posee sobre todo capítulos y páginas sobre los estados póstumos, las diferencias existentes entre reencarnación, transmigración y metempsicosis, definiciones capitales que sería imposible encontrar en otro lugar». Dentro de sus libros «críticos» Benoist también sitúa a Principios del cálculo infinitesimal, » puesto que en suma el punto de vista es el mismo, y el pseudo-infinito matemático deriva por igual de la incapacidad de concepción con respecto al verdadero infinito y la posibilidad universal».

La segunda división comprende aquellas obras donde expone las razones del desorden actual. Se trata de Oriente y Occidente, La Crisis del mundo moderno, Autoridad espiritual y poder temporal, y finalmente El Reino de la cantidad y los signos de los tiempos. De todas ellas Benoist se centra especialmente en la última, pues de alguna manera cierra los estudios dedicados al «dominio de las aplicaciones históricas». En efecto, El Reino de la Cantidad es un libro sumamente importante para entender la simbólica de la historia (es decir la historia sagrada) y de los ciclos cósmicos, considerados como la expresión de los principios de orden universal, los primeros de los cuales, en lo que se refiere al origen mismo de la manifestación cósmica, son Purusha y Prakriti en la Tradición Hindú, que Guénon asimila a la Esencia y a la Substancia primigenias, los dos polos, espiritual e hílico entre los que se sitúan el conjunto de todos los grados de la Existencia universal. En el origen del presente ciclo humano, esto es en el «Paraíso terrestre», la esencia y la cualidad imperaban por doquier, pues todas las cosas estaban bajo la influencia directa del polo espiritual, y el desarrollo cíclico e histórico a partir de ese origen ha supuesto un paulatino alejamiento de dicho principio, lo cual se ha visto como una progresiva «solidificación» o «caída» en dirección al polo substancial y cuantitativo, que se encuentra en el extremo opuesto a toda espiritualidad, y que es precisamente en el que nos hallamos actualmente. Sin embargo, para Guénon «la solidificación del mundo se presenta bajo un doble sentido: considerada en ella misma, en un fragmento del ciclo, tiene evidentemente una significación ‘desfavorable’ y también ‘siniestra’, opuesta a la espiritualidad. Pero, de otro lado, no es menos necesaria para preparar los resultados del ciclo futuro bajo la forma de la ‘Jerusalén Celeste’ [resultados que representan la ‘cristalización’ positiva y transmutada de lo mejor del ciclo], donde éstos devendrán los gérmenes del ciclo futuro. Ahora bien, para que esa fijación devenga una ‘restauración del estado primordial’, es necesaria la intervención de un principio trascendente y según Guénon agrega «Esta intervención produce el retorno final, posibilitando la reaparición del ‘Paraíso terrestre’ «. Razón por la cual, repetimos, la profética crítica al mundo moderno y sus secuelas es al mismo tiempo la posibilidad de salir de él.

La tercera división Benoist la integra sobre todo con los numerosos artículos dedicados por Guénon a las tradiciones occidentales, especialmente las que derivaron del esoterismo cristiano (como las órdenes de caballería, el Temple, las leyendas en torno al Santo Grial, la Fede Santa o los Fieles de Amor, etc.). Asimismo El Esoterismo de Dante y El Rey del Mundo, pertenecen a esta última categoría. También comprende, naturalmente, los artículos sobre el Compañerazgo, y sobre todo la Masonería, que posteriormente conformaron dos gruesos volúmenes: Estudios sobre la Franc-Masonería y el Compañerazgo.

La cuarta y última división, toca según Benoist «la parte más positiva y más rica, en donde expone con una inesperada claridad la verdadera metafísica oriental». Se tratan de Introducción general al estudio de las doctrinas hindúesEl hombre y su devenir según el Vedanta, El simbolismo de la Cruz, Los estados múltiples del Ser y La Gran Tríada,esta última centrada especialmente en la metafísica y la cosmogonía taoísta, si bien también hace numerosas referencias al simbolismo alquímico, hermético y masónico. Después de repasar brevemente el contenido de todos estos libros, se considera a Los estados múltiples del Ser como el más «original» de toda la obra de Guénon. Los estados múltiples «constituyen la pieza maestra, la clave de bóveda de la obra guenoniana, aquella que no tiene equivalente en ninguna otra, y que por el contrario es necesaria para la perfecta comprensión de todas las demás. Se trata de la elucidación más completa que jamás se haya dado de la geografía de lo invisible, del Infinito, del No-Ser y de lo Posible, de toda la complejidad de las jerarquías espirituales».

Por último, se habla de la importancia del simbolismo en la obra guenoniana, «el que constituye la base misma del edificio». El no lo dice, pues se publicaron posteriormente a la muerte de Guénon, pero aquí podrían considerarse los numerosos artículos que Guénon escribió sobre los símbolos universales, casi todos ellos recogidos posteriormente en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada,libro que se ha convertido en imprescindible para comprender no sólo a Guénon sino la propia naturaleza y el mensaje de la Tradición, y que fuera publicada hace años, con sucesivas reediciones por EUDEBA, la editorial de la Universidad de Buenos Aires en una excelente traducción y precedida de un extraordinario prólogo de Michel Valsan y un estudio del profesor Asti Vera quien ha sido el introductor de Guénon en los medios universitarios argentinos.

Quisiéramos añadir que en todas estas divisiones realizadas por Benoist, echamos en falta los estudios dedicados a la iniciación, que creemos son capitales en el pensamiento guenoniano, y además están ligados directamente con la idea de la realización, a la que necesariamente conduce el estudio de su obra. Recordemos, por ejemplo, lasApreciaciones sobre la Iniciación (Aperçus sur l’initiation), y los artículos escritos a lo largo de varios años y que han sido agrupados bajo el título general de Iniciación y realización espiritual.

Como vemos el tema del símbolo es fundamental en el pensamiento y la obra guenoniana, por lo que desearíamos aquí reiterar algunos conceptos sobre el símbolo y la simbólica que ya hemos enunciado anteriormente.

En efecto, el símbolo es el vehículo que liga dos realidades, o mejor dos planos de una misma realidad. Participa pues de ambas. Para la antigüedad, el símbolo era el representante de una energía-fuerza que permitía la ruptura de nivel, el acceso a otros mundos, o el acceso al conocimiento de diferentes planos de este mismo mundo, caracterizados por distintos grados de conciencia. El símbolo era y es, en consecuencia, el medio de comunicación entre los dioses y los hombres, objeto sagrado por excelencia, ya que él cuenta la historia verdadera, la eficaz, y no la siempre cambiante, de múltiples falsas apariencias. Describe entonces a la realidad tal cual es y no permite así el engaño de los sentidos, las desviaciones y enredos a que es tan proclive nuestra personalidad. Se cree por lo tanto en él y se le reconocen los valores de que es portador, sin caer en la equivocación grosera de tomar al símbolo por lo simbolizado, al vehículo por la meta del viaje.

El término griego symbolon se refería a dos mitades de algo que se juntaban, que coincidían, y conformaban un signo de reconocimiento; puede apreciarse inmediatamente que estas dos mitades son análogas, lo que caracteriza a la simbólica, pues nada ni nadie puede expresar o transmitir algo si no lo hace mediante una correspondencia entre lo que quiere manifestar y la forma en que lo manifiesta. Como estamos viendo el símbolo está íntimamente relacionado con las leyes de analogía y correspondencia presentes en el Modelo del Universo, en la Cosmogonía Perenne.

En rigor cualquier cosa puede ser un símbolo pues ella expresa a su manera su origen y la mano de su creador, el misterio que ella oculta dentro de sí. Toda expresión es simbólica pues conlleva implícita un gesto original. Sin embargo hay que distinguir entre los símbolos revelados específicamente para el conocimiento de una realidad, y los símbolos espontáneos de la psiqué individual que por esa razón no es capaz de traspasar ese nivel de consciencia. Mientras los primeros se suponen no humanos, los segundos no pueden exceder el nivel psicológico ligado en simbología con lo lunar y sublunar. Los primeros expresan una realidad trascendente, los otros no logran manifestar sino el poder de lo inmanente.

También debe distinguirse el símbolo del emblema, y sobre todo, de la alegoría, que pone un espacio entre el símbolo y lo simbolizado, y se presenta también como una versión a nivel psicológico, como inexistente o soñada, diferente de la realidad y exactitud de aquello que los símbolos expresan.

En forma gráfica y en las artes plásticas y monumentos se conservan los símbolos visuales de las culturas antiguas; de forma oral se han transmitido sus mitos y sus canciones rítmicas rituales, repetitivas y cíclicas y muchos de ellos se encuentran consignados por escrito; antropólogos, arqueólogos, historiadores, y otros especialistas, nos comunican nuevos hallazgos que confirman la completa importancia que atribuían a sus símbolos los pueblos tradicionales, ya que conocedores de la Cosmogonía Arquetípica, reiteraban sus gestos simbólicos, los que eran enseñados y aprendidos, pues el conocimiento del significado del símbolo no se puede obtener de otra manera. Hoy en día es ajena a la mentalidad oficial la idea de un Modelo del Universo, un plan arquetípico e invariable que supone la presencia de un Arquitecto y que es válido para todo tiempo y lugar, en la escala humana, y que, de hecho, también está transcurriendo ahora. Igualmente se ignora la existencia de la Filosofía Perenne, o sea de una misma filosofía, idéntica en los principios, en todas las tradiciones del mundo. Esta Cosmogonía y Filosofía perenne se ocultan dentro de los símbolos tradicionales, de origen revelado, que pueden ser encarnados por aquéllos que consigan lograrlo, pues los conocimientos, energías y experiencias que los símbolos contienen, de carácter arquetípico y cosmogónico, pueden vivenciarse en el constante ahora, siempre que los interesados sean pacientes en efectivizar una nueva forma de aprendizaje.

SYMBOLOS, Sección René Guénon
http://symbolos.com/rguenon.htm

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